martes, 10 de marzo de 2009

¿Vida sana?

Decidido a optar por un estilo de vida algo más sano, me levanté esta mañana con la intención de ir en bicicleta a la Facultad utilizando mi flamante tarjeta de Sevici.
Siete y media de la mañana, duchazo y directo al aparcamiento que hay a unos cincuenta metros de mi casa. Ni una bicicleta disponible de las cuatro que hay aparcadas, unas por tener pinchada alguna rueda, otras no se sabe bien por qué –las personas que utilizan Sevici saben de lo que escribo-.

Cambio el ciclismo por la marcha y me dirijo a otro aparcamiento, a unos trescientos metros del primero, para probar suerte. Pero no es mi día. ¿Será mejor coger el C2... o el 22?

Ya estoy ciento y pico metros más allá del segundo cuando veo una bicicleta aparcada en un tercer dispensador y una señora mayor ataviada con su chándal que lleva una tarjeta sospechosa en la mano y que, probablemente, ha optado por la vida sana también. Se me hace tarde, no llego a la Facultad, es mi última oportunidad y acelero la marcha a punto de que me descalifiquen por correr para adelantarme a la señora.

Montado en una bicicleta que me ha costado trabajo conseguir, con la conciencia intranquila y una rueda medio vacía, voy esquivando árboles que amenazan mi flequillo, farolas que hacen de esta etapa una de las más peligrosas del tour, y me encamino hacia la meta como si de una contrarreloj se tratase. Durante el trayecto me intento convencer de que no coger el coche ha sido la mejor decisión.
Llego a la Facultad una hora después de haber salido de casa, con el vientre descompuesto de tanto trajín y el tiempo justo antes de entrar en clase. Me siento con mi ordenador portátil en las rodillas y escribo estas líneas, acordándome del Excmo. Sr. Alcalde y el carril bici. Pienso que este señor se está cargando el deporte, que está haciendo un flaco favor a nuestros mayores con chándal, que no quiere que yo llegue puntual a mi trabajo y le importa un rábano el Espacio Europeo... Pero no puedo entretenerme en delirios de ruina y persecución; es la hora, tengo que entrar en clase y no puedo llegar tarde ¡porque soy el profe!
Momento de incertidumbre...... en efecto, hoy no es mi día, tampoco hay papel. Pero bueno, de Decanos y Rectores hablaremos en otro momento, que me esperan en el aula 22.